EDITORIAL
Turismo sin banderías: cuando la política partidaria frena el desarrollo
Después de más de 16 años de trabajo ininterrumpido en el sector turístico —desde la prensa especializada, la organización de eventos, hasta la articulación con instituciones públicas y privadas— me siento en la obligación de alzar la voz ante una situación que se repite con preocupante frecuencia: la injerencia política partidaria en los cargos técnicos del turismo
Miryan Moreno
El turismo no tiene color político. Es transversal, integrador, generador de empleo, dinamizador de economías locales y constructor de identidad. Sin embargo, en Itapúa, y particularmente en Encarnación, hemos sido testigos de una inestabilidad institucional que atenta directamente contra su desarrollo. En apenas siete años, la Dirección de Turismo de la Municipalidad de Encarnación ha tenido cinco directores. A nivel departamental, los cambios de jefaturas zonales se suceden con una velocidad que impide cualquier planificación seria a mediano o largo plazo.
Lo ocurrido en los últimos días —el manoseo institucional en torno a la presunta designación de una profesional altamente capacitada, que finalmente no asumió por decisión arbitraria de un político de turno, a pesar del respaldo de la máxima autoridad del sector— no es un hecho aislado. Es un síntoma de una enfermedad crónica: la falta de respeto por la idoneidad, la experiencia y la pasión de quienes realmente conocen y aman este rubro.
¿Qué se pierde cuando el turismo se politiza?
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Descontinuidad de proyectos: cada cambio de gestión implica el abandono de planes en marcha, pérdida de recursos y retrocesos en posicionamiento.
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Desconfianza institucional: los actores del sector privado y la sociedad civil pierden credibilidad en las autoridades cuando las decisiones responden a intereses partidarios y no técnicos.
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Desmotivación del talento humano: profesionales comprometidos se ven desplazados o desalentados, generando fuga de capacidades.
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Falta de visión estratégica: el turismo necesita planificación a largo plazo, no improvisaciones de coyuntura.
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Pérdida de competitividad regional: mientras otros destinos avanzan con políticas de Estado, nosotros seguimos tropezando con los mismos errores.
El turismo no puede ser moneda de cambio ni botín de guerra electoral. Necesitamos autoridades que entiendan que este sector requiere continuidad, profesionalismo y pasión. Que valoren a quienes han demostrado con hechos su compromiso con el desarrollo territorial. Que escuchen a los gremios, a los emprendedores, a los comunicadores especializados, a los que estamos en el terreno todos los días.
Desde mi lugar como periodista turística y como ciudadana comprometida con el crecimiento de Itapúa, hago un llamado a la reflexión y a la acción. Porque el turismo no espera. Y porque cada decisión errada no solo perjudica a una persona, sino a toda una región que merece ser protagonista de su propio destino.